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Entrevista a Erika Martínez, presidenta de la cooperativa Goiener

Domingo, Septiembre 3, 2023

Fuente: Hordago

“Goiener está en la mente de la gente, declaraciones de Galán nos reportaron un pico de socias”

Goiener es una cooperativa de consumo sin ánimo de lucro dedicada a la comercialización y generación de energías renovables. Compran en el mercado libere energía renovable que distribuyen a sus socias, a las que les aseguran un consumo verde y no especular con el precio de la luz. Al mismo tiempo, aspiran a “recuperar la soberanía energética para la ciudadanía” y para ello promueven las comunidades energéticas locales. Hace dos semanas celebraron sus primeros diez años de vida, en un acto en Villabona (Gipuzkoa). 

Hoy tenéis 16.712 socias, enhorabuena. ¿Estáis contentas?
Gracias. Sí, estamos contentas porque es un crecimiento constante.

¿Sin picos, por ejemplo, durante la pandemia?
Tuvimos un salto importante cuando hace cuatro años se empezó a hablar de la subida del precio de la luz, y ese incremento se ha mantenido. El objetivo en la pandemia fue proteger y cuidar a las socias. 

¿Cuando Ignacio Galán, el presidente de Iberdrola, dice palabras impertinentes, subís?
Sí, eso sí. Cuando ciertas noticias cansan e incluso cabrean a la gente, nos damos cuenta de que estamos en la mente de muchas personas porque registramos un pico de entrada de socias. Ciertas declaraciones son la gota que colma el vaso y les lleva a decir: “Vale, me cambio ya a Goiener”.

¿Qué hay que hacer para ser socia de la cooperativa?
Realizar una única aportación de capital social a la cooperativa de 100 euros, que se devuelven si decides salir. El cambio lo realizamos nosotras y a los pocos días cambias de comercializadora.

¿Qué derechos obtienes como cooperativista?
Derecho a voto y a participar en la asamblea. La asamblea fija los objetivos de trabajo anuales, ya que es el órgano superior de toma de decisiones y donde puedes mostrar tus acuerdos y desacuerdos. Unido a eso, tienes derecho a la transparencia por la que debe regirse cualquier cooperativa. La participación y la transparencia son nuestras características fundamentales.

Hace unos tres años tuvisteis un cambio estatutario relevante, ¿la forma en la que estáis organizadas ahora puede sostener el siguiente crecimiento?
Intentamos adaptarnos al volumen de socias, a la nueva ley de cooperativas y a las nuevas realidades que surgen de ser ya 60 trabajadoras. Intentamos pensar en evolucionar como cooperativa, lo cual supone seguir pensando como comercializadora, sin olvidar que tenemos otras patas que cuidar y desarrollar, si no surgiría un desequilibrio. Me refiero a la generación de energía y al voluntariado de la cooperativa, por lo que diría que estamos centradas en equilibrarnos como cooperativa. 

También lleváis unos años detrás de proyectos de energía hidroeléctrica en pequeños molinos y presas.
Sí, tenemos en propiedad la mini central de Fagollaga (Gipuzkoa), un 10% de la comunidad energética de Oñati e investigamos la posibilidad de recuperar instalaciones en desuso para crear comunidades energéticas. Somos conscientes de que toda generación tiene su impacto, que intentamos minimizar. Creemos que es importante recuperar o rehabilitar estructuras ya existentes.

¿Qué inversión realizasteis en Fagollaga?
300.000 euros.

Teniendo en cuenta todos los saltos de agua que hay en Euskal Herria, que hizo que se construyeran molinos y herrerías, ¿hay que tener en cuenta la posible generación hidroeléctrica?
Hay que ver casos. Algunos no son viables, pero el análisis se debe realizar y el debate hay que tenerlo. Si estamos en una crisis climática, y casi que civilizatoria, es necesario debatir y ver todas las posibilidades. 

¿Qué es una comunidad energética para vosotras?
La definición europea es una entidad legal constituida por un grupo de personas que en su entorno cercano, sin definir aún legalmente qué significa cercano, se junta para cubrir sus necesidades energéticas. De aquí podemos sacar muchas aristas. Una de las más importantes es que se trata de un proyecto colectivo a largo plazo que nos ofrece la oportunidad de volver a hacer barrio y pueblo, gestionando nuestras propias necesidades con el aprovechamiento de los recursos locales. Hablamos de necesidades energéticas más que de autoconsumo o autoconsumo colectivo. En un primer momento, muchas comunidades se iniciaron en el autoconsumo colectivo, porque es más sencillo, pero ya vemos casos que están intentando recuperar las “suertes” para el aprovechamiento común en proyectos colectivos. El concepto de necesidades energéticas es muy amplio, implica asesoramientos y que cualquier hogar pueda entrar, intentando facilitar, sobre todo, la entrada de hogares en situaciones de vulnerabilidad energética. Lo vemos como un proyecto social entre personas, instituciones y pequeñas y medianas empresas, como indica la Unión Europea.

¿Qué planteáis con la “suerte” [la leña de un municipio que se obtiene de los árboles caídos o talados por enfermedad o peligro y que tradicionalmente se reparte de forma gratuita a los vecinos que la piden o los que disponen de tractor para remolcar los troncos]?
Estamos en un proyecto europeo que plantea usar esos recursos forestales para calderas comunitarias. Se han elegido los proyectos piloto y el nuestro se encuentra en Aberasturi [Araba].

¿Eso implicaría una importante inversión económica para cambiar el sistema de calefacción de las viviendas?
Sí, aún no está calculada. 

El pasado sábado, EH Bildu presentó su plan de transición energética y semanas antes dio su visto bueno al plan de la construcción de dos parques eólicos en Gipuzkoa, construidos por la empresa pública noruega Statkraft. A falta de información, en los círculos periodísticos se rumorea que Statkraft comercializaría la energía con una gran energética cuyo presidente es un vasco, Josu Jon Imaz (Repsol), en un contrato a largo plazo de 25 años. ¿Ese tipo de comunidad energética es la que tenéis en la cabeza?
No. De hecho, una cosa es la comercialización y los acuerdos bilaterales que se puedan dar y otra, una comunidad energética como tal, que debería tener identidad jurídica propia. En cualquier caso, aquí se plantean como diferentes vías. Nosotras apostamos por la generación distribuida con una participación muy potente de las personas. 

La propuesta ha generado inquietud, esperanza, desasosiego. Un variado abanico de sentimientos.
Ha abierto muchos debates. En sí, instalar grandes parques eólicos no es novedoso, ya hay grandes empresas que lo hacen. En Goiener hacemos un cuestionamiento del modelo económico actual para poder hacer una transición, porque no podremos consumir la misma cantidad de energía. Creemos que el debate debe empezar por cuestionar el modelo económico actual, y no tanto por empezar a implementar grandes infraestructuras.

Se defiende a Statkraft por su titularidad pública, al ser una empresa estatal noruega.
Aquí también hay empresas públicas que invierten en procesos de generación, en el País Vasco tenemos el EVE (Ente Vasco de la Energía), que invierte tanto en renovables como en fracking. En esos dos parques eólicos no sabemos hasta qué punto la participación de las personas es suficiente o no lo es, ni de dónde nace la iniciativa. Hay que considerar si esa es la participación que se quiere o si queremos más. De momento, hemos tenido unos modelos tan malos que ¿es eso a lo único a lo que podemos aspirar? 

¿Cuál es vuestra concepción de comunidad energética?
Una completamente distinta a lo que proponen. Una comunidad que parte desde abajo, en la que se valora qué necesidades hay y se analiza cómo solucionarlas. Otro de los grandes debates que abre es la financiación: ¿vamos a tener que depender económicamente de agentes del exterior? ¿De quién? ¿Y hasta qué punto queremos hipotecar a las siguientes generaciones? Porque detrás de estos dos parques hay muchísimos intereses, ya que vemos que la misma empresa pública está dada de alta como comercializadora en el Estado español. Y, por supuesto, como en cualquier otra propuesta, está el debate del impacto ambiental.

Fue una propuesta vestida con las palabras “socializar los beneficios”.
Fue el gran aliciente en los primeros días, porque instalar un parque eólico novedoso no es. Se habló de socializar beneficios, pero nos preocupa que no se hable de socializar las pérdidas. No hemos tenido oportunidad de hablar como cooperativa con la empresa para resolver todas estas dudas, pero intuimos que sigue siendo un modelo productivista que no cuestiona el sistema de producción, otro debate que nos tenemos que dar como sociedad. Nadie tiene la respuesta, ni nadie puede imponerla, ya que hay muchas escalas de grises y es necesario debatir de todo ello.

¿Tenéis una comunicación fluida o constante con el EVE?
Tenemos relación en algunos proyectos europeos, pero la verdad es que tenemos poca relación para ser Goiener un agente dentro del sector energético vasco con cierta capacidad e ideas a desarrollar. Creo que necesitaríamos tener algo más de fluidez.

¿Y con otras cooperativas como la cántabra Solabria y la catalana Som Energia?
Tenemos buena relación y comunicación. En la Unión Renovables estamos muchas cooperativas energéticas del Estado español y Goiener ocupa ahora la presidencia. Es un punto de encuentro muy importante para compartir conocimientos y experiencias, quejas y preocupaciones. Las cooperativas valencianas, con más de 100 años de experiencia, aportan mucho conocimiento que no se puede perder, y son muy generosas compartiéndolo.

Los debates que has nombrado antes, entre los que figura el decrecimiento, lanzan la pregunta de cómo se puede aspirar a la soberanía energética con ciudades apiñadas y el paisaje industrial del País Vasco.
Hemos vivido por encima de nuestras posibilidades externalizando los costes, y ahora nos toca asumir parte de ellos. Uno de los factores clave son el transporte y la industria, los dos grandes consumidores de energía. A veces nos centramos demasiado en la electricidad, y eso nos lleva a pensar en hogares, pero si no cambiamos modelos de movilidad y modelos económicos será muy difícil llegar al objetivo. Hay que cuestionar modelos productivos e impulsar un cambio global. Es cierto que empezamos a hablar de economía circular, pero ni añadiendo criterios de economía circular estaríamos hablando de cambio de modelo económico, sino de reciclar ese modelo para seguir produciendo. Obviamente, un mínimo de producción vamos a tener, pero el decrecimiento es el cambio de modelo por el que apostamos. Es muy complejo. Debemos tender a modelos menos industrializados con economías que diversifiquen, volviendo a recuperar el sector primario de calidad y proximidad, que son necesarios para sostener y generar otro tipo de modelo y de empleo. El transporte requiere repensar cómo trabajamos, con desplazamientos diarios en vehículos particulares. Institucionalmente no haces nada prohibiendo los coches en la ciudad si no la adaptas para que haya movilidad en transporte público, carriles de bici y aceras adecuadas, por ejemplo.

En el País Vasco se importa más del 80% del consumo energético. Aunque no sois una institución pública, ¿se lograrán los objetivos marcados para 2050?
La comunidad científica ya ha alertado de que hay que pisar el acelerador, porque tenemos recursos finitos y los fenómenos que se esperaban dentro de unos años ya los estamos padeciendo. Y lo que hay que conseguir no es solo cumplir los objetivos, sino que en ese pisar el acelerador no se deje a nadie atrás. Las alternativas deben incluir a todas las personas. 

Habéis cumplido diez años, ¿qué objetivos tenéis para la próxima década?
Buena pregunta, estamos elaborando el plan estratégico. En estos momentos de tanta incertidumbre creo que nuestro objetivo debería ser crecer y evolucionar sin perder de vista para qué nacimos y eso requiere de muchos debates. De momento, lo que más se conoce de Goiener es la parte comercializadora de la cooperativa, pero necesitamos evolucionar teniendo un proyecto equilibrado con más generación, seguir comercializando y continuar con proyectos contra la pobreza energética. Y para seguir siendo Goiener necesitamos contar con la asociación con la gestionamos la labor de voluntariado porque sin ella, por muchos números bonitos que tuviéramos, habríamos fracasado.

No entiendo lo del voluntariado.
Goiener nació de la mano de un grupo de más de 30 personas. Además del equipo técnico que gestiona el día a día, tenemos una asociación formada por alrededor de 200 personas voluntarias que participan de manera muy diversa dentro del proyecto, dando charlas explicando el proyecto, con grupos de trabajo para una movilidad sostenible, moneda local, educación, etc. Trabajan temas más o menos relacionados con nuestra actividad y de ahí pueden surgir proyectos que la cooperativa puede desarrollar. Son grupos de voluntarios o mixtos, entre voluntarios y trabajadores. La asociación forma parte del órgano rector. La participación no solo se centra en consumir o ser trabajadora.

¿Es la parte militante de la cooperativa?
Sí.

Las palabras clave de tu entrevista han sido generación distribuida y comunidad energética local. Dame una definición de generación distribuida.
Generación energética en el punto más cercano posible a su consumo, en manos de cuantas más personas y empresas, mejor.

¿Y qué añadirías de la comunidad energética local?
La gente nos pregunta qué papel juega Goiener impulsando comunidades. En euskera decimos bidelagun. Nuestro papel no es dar proyectos en mano, sino que donde nos llaman, exponemos nuestro planteamiento como comunidad y, si hay acuerdo, realizamos una labor de acompañamiento hasta el punto que se desee. Nunca obligamos a consumir ni a contratar un pack entero.