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En 30 años, la Tierra no podrá alimentar a toda su población

Jueves, Octubre 11, 2018

En 30 años, la Tierra no podrá alimentar a toda su población

La decisión de cada uno de nosotros sobre qué productos deben integrar la lista de la compra o los alimentos que llegan a nuestra mesa influye en la lucha contra el cambio climático. A nivel mundial, se estima que el sistema alimentario es uno de los principales generadores de emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), al mismo nivel que sectores como la producción de energía y calefacción. A esto hay que sumar su influencia en el consumo de agua y en la pérdida de la biodiversidad, sacrificada para crear nuevas tierras cultivables. Un artículo publicado este miércoles en la edición online de 'Nature' afirma que, al ritmo actual, el impacto medioambiental de los procesos y la infraestructura necesarios para alimentar a la población mundial podrían aumentar entre un 50% y un 90% en las próximas décadas.

Los investigadores de la Universidad de Oxford han desarrollado un modelo detallado para cada país, a partir del cual pudieron realizar una simulación mundial sobre la evolución del sector. Así han identificado varias áreas de impacto críticas: las emisiones de los gases que aceleran cambio climático, la pérdida de espacios naturales, el uso de agua dulce y la diseminación de nitrógeno y fósforo a través de fertilizantes. Partiendo de esa base concluyen que ninguna medida en solitario puede mitigar lo suficiente el aumento de la presión sobre el clima global; sólo un enfoque multidisciplinar permitiría abordar el problema y garantizar el sustento de una población mundial que para el año 2050 debe alcanzar la cifra de 10.000 millones de personas.

Dicho enfoque pasa por un cambio global en la alimentación hacia productos de origen vegetal, además de la reducción a la mitad del desperdicio de comida y de una mejora de prácticas y tecnologías agrícolas. "Aunque se necesitan cambios a gran escala para mantener los sistemas alimentarios dentro de los límites medioambientales, todo el mundo puede marcar una diferencia, por ejemplo adoptando dietas más sanas, apoyando a empresas con prácticas sostenibles y exigiendo a los responsables políticos una regulación medioambiental y sanitaria clara y firme", explica Marco Springmann, investigador de la universidad inglesa y autor principal del artículo.

De acuerdo con cifras de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), la producción de pasto y la elaboración de piensos para alimentar al ganado supone a día de hoy el 80% de la superficie cultivable del planeta. Sin embargo, sólo un 55% de las calorías de los cultivos del mundo están destinadas directamente a la alimentación humana; el resto se reparte entre la ganadería (en torno a un 36%), los biocombustibles y otros productos industriales. "La producción de carne genera emisiones de gases de efecto invernadero y demanda gran cantidad de recursos" explica Luis Lasalleta Coto, investigador del Grupo de Sistemas Agrarios de la Universidad Politécnica de Madrid y coautor del trabajo. "Por eso trabajar en diferentes líneas es fundamental, tanto en la mejora de los sistemas productivos a través de la investigación como en la del consumidor y su implicación".

Para contrarrestar el impacto de la producción de carne en el medio ambiente, los autores del artículo abogan por una dieta que privilegie los productos locales y de temporada, con al menos 500g diarios de frutas y hortalizas, al menos 100g de proteínas vegetales (legumbres, cereal o frutos secos) y pequeñas cantidades de proteínas de origen animal, como aves de corral, pescado, leche y huevos. La carne roja quedaría reducida a una porción semanal, muy por debajo de su consumo medio actual, especialmente en España donde cada habitante consume 250-300g de carne al día.

Por otro lado, es necesario reducir la pérdida de alimentos a la mitad para mantener el sistema dentro unos límites sostenibles. Se estima que entre un 30% y un 40% de los alimentos producidos en todo el mundo no llegan a consumirse. Algunos productos nunca llegan a recogerse, otros se estropean antes de llegar a los consumidores y muchas cosas son desechadas por comerciantes y restaurantes. "La reducción de los desperdicios de alimentos es otro pilar fundamental", explica Lasalleta, "además, toda iniciativa que lleve al consumidor a estar informado de lo que consume y a actuar en consecuencia es importante".

En España los hogares tiran a la basura más 3,5 millones de kilos de comida cada día. Además de la pérdida económica que supone haber producido algo que no se va a consumir, la descomposición de los alimentos en los vertederos genera grandes cantidades de metano. En este sentido el artículo se une a una batalla que la FAO libra desde hace años. Desde la agencia internacional explican que los consumidores podrían reducir la cantidad de desechos tomando medidas simples, como servir porciones más pequeñas, aprovechar los ingredientes sobrantes y apoyar a cafeterías, restaurantes y supermercados que ponen en práctica medidas para reducir los desechos.